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domingo, 17 de septiembre de 2017

DE LOS NO LUGARES A LOS NACEDEROS NACIONALES


“Yo nací y crecí en el Caribe. Lo conozco país por país, isla por isla, y tal vez de allí provenga mi frustración de que nunca se me ha ocurrido nada ni he podido hacer nada que sea más asombroso que la realidad.
Lo más lejos que he podido llegar es trasponerla con recursos poéticos, pero no hay una sola línea en ninguno de mis libros que no tenga su origen en un hecho real”
Gabriel García Márquez, Algo más sobre literatura y realidad.[1]


De los no lugares a la creación de los nacederos nacionales.
En estos lados del trópico, es corriente ver, oír y sentir situaciones tan marcadamente irreales,pero verdaderamente reales, que al momento de describirlas o contarlas pareciesen sacadas de nuestra prolija imaginación; nuestro nobel literario; Gabriel García Márquez “GABO”, lo decía con frecuencia, todas sus creaciones fueron inspiradas en la realidad o en las largas narraciones y comportamiento supersticioso de su abuela Tranquilina Iguarán-perteneciente a la etnia indígena Guaira del norte de Colombia y que extienden su territorio ancestral hasta el país de Venezuela, interpretan sueños y sobre todo poseen una conexión permanente con el mundo de los espíritus a quienes le piden consejos y permisos en su vida cotidiana-, quien sería inmortalizada en cien años de soledad como Úrsula Iguarán.

Por obra y gracia de la narrativa literaria, los lugares al sur de la línea ecuatorial, más específicamente los lugares del planeta con un clima de solo una temporada de lluvias e intenso calor, fueron convertidos en “no lugares” en tanto pertenecen a una realidad mágica llena de colores, sentimientos intersubjetivos los cuales se mezclan permanentemente y sobre todo, cada día es una construcción nueva, pero, sin olvidar lo vivido en los anteriores, antes por el contrario, los hechos históricos se transforman en relatos mágicos que perduran de generación en generación. Por ello, en la costa caribe colombiana, cualquier lugar es la ciudad imaginaria de Macondo; una calle de la ciudad con sus casas afiladas sin líneas de división corporal en donde cada habitante se conoce con su vecino y establece una especie de línea familiar y por ende filial imaginaria que ni la muerte es capaz de romper, igualmente se observa a Macondo en la reunión en las esquinas de los jóvenes para conversar o informarse de los últimos acontecimientos locales y nacionales. Para Mary Luz Giraldo, esta estos espacios son “las ciudades literarias que parodian acontecimientos o situaciones reales o ficticias establecen perspectiva de contracultura; las que logran radiografías o retratos de la sociedad trazan o dibujan imágenes de identidad o de identificación, y las que se nutren más de la imaginación y la fantasía que de la realidad probable, pertenecen también a los imaginarios culturales y forman parte de esa voz caleidoscópica de la ciudad tejida por la literatura que denominamos ciudades escritas”[2]. El Caribe, sería una amalgama de recetas en la cual no sabe a ciencia cierta la cantidad de realidad e imaginación, en algún momento de la construcción del relato la receta fue extraviada o jamás la hubo solo se inició a contar oralmente primero y luego esos relatos orales se dejaron atrapar por la letras o como afirma “GABO” en nuestro epígrafe, se utilizaron recursos literarios para describir hechos reales, polifónicos en sí mismos, los cuales, por la fuerza de la literatura se insertan en el gran relato ideológico y de identidad  nacional, por ejemplo, cuando se habla de Cartagena de Indias -Colombia- nuestra imagen de esta ciudad nos lleva de inmediato a sus murallas, ya que es así como se ha hecho conocer en el mundo; como una ciudad en términos de Jitrik. 1994. 45, “ciudad museo”. Claroes una mirada desde fuera de ella, pues una mirada etnográfica-participante de la misma, encontramos todos los tipos de ciudades descritos por Jitrik. 1994,“Se puede hablar, entonces, a lo largo de muchos decenios, de ciudades aparentes y ocultas, de ciudades museo, de ciudades industriales, de ciudades éticas, de probables ciudades tecnológicas, de ciudades como textos, de ciudades como obras de arte”[3]. La Cartagena de los barrios y calles es muy distinta a la que el capital turístico construye y vende, aquí se encuentran en un espacio los no lugares, esos espacios de corta duración, pero a la vez impactantes para quienes los observan y hasta sufren, ellos, materializados en las llamadas fronteras invisibles controladas por grupos de pandillas de jóvenes y hasta niños que imparten el terror en la ciudad, son nuevas formas de producción del poder social, aquí se escriben “las cosas”[4], de acuerdo a los códigos del poder del otro establecimiento de poder de la modernidad, la ilegalidad y es que este nuevo poder ha construido un lenguaje propio lleno de violencia física y simbólica -la ley del más fuerte, aquí el héroe no la persona éticamente pulcra (al estilo de la ética funcional cristiana u occidental de las buenas costumbres) por el contrario es un ser que origina su poder y control sobre los demás en su “fealdad corporal” pero sobre todo en el trato violento y despiadado hacia los demás; si debe asesinar, abofetear, violar, robar, consumir hasta el límite sustancias psicoactivas y psicotrópicas es “normal” en este mundo de no lugar; y sin embargo, estos sujetos adoran la ciudad, su barrio, su esquina, su dominio, tienen sentimientos de admiración e idolatran a equipos deportivos, a la selecciones nacionales -principalmente la fútbol-, son contradicciones o mejor mezclas de eso que afirma Jitrik. (1994 p. 51), “Digo no lugar: el discurso de amar la ciudad, renunciar a ella, abominar de ella, describirla, evocarla, exaltarla, hacer su historia, planearla, promover su funcionalidad, advertir su destrucción, en suma todas las modalizaciones que le confieren dimensión de relato”.  Entonces, tenemos un no lugar, móvil cuyo principio fundacional es que para escribir en o la cuidad no existen lugares dotados de mapas a mega escalas, por el contrario, el mapa entendido como la representación imaginaria del espacio geográfico, que sirve para localizar o ubicar lugares, literariamente no es posible que ayude a encontrar un lugar común de la escritura y es que gracias a la polifonía, variedad temática y hasta gustos narrativos constituyen el gran lienzo sobre el cual se trabaja en unos lugares en permanente mutación. Aquí, habitar es ser habitado por los distintos dialectos locales, es caminar sin brújula aparente por los vericuetos de la ciudad con el fin de entrar en lo que los psicoanalistas denominan la transferencia y contra transferencia[5]

Topofilia del “no Lugar”, espacios originarios de los nacederos nacionales.
El concepto de topofilia que se adoptó es el siguiente, “el concepto de topofilia expresa el conjunto de relaciones afectivas y de emociones positivas que el ser humano mantiene por un determinado lugar”[6]y por supuesto la concepción de los no lugares ya citado en Noé Jitrik.

Con la caída del socialismo real en la otrora unión de repúblicas soviéticas -URSS-, toma fuerza la tesis del fin de la historia o más exactamente de los grandes relatos históricos, esos que privilegiaban los grandes valores y héroes nacionales y llega a la escena intelectual, entre estas la literatura no escapa a ello en tanto se da un giro hacia los relatos cortos que incluyen un variopinto de expresiones que antes no eran considerados como dignos del canon glamoroso de la literatura oficial. No estoy seguro de estar ideológicamente a favor o en contra del llamado fin de la historia; de lo que si estoy muy seguro es que doy gracias al giro que ha dado el oficio y la literatura en estos tiempos, me encanta que se aprecie por igual a los clásicos con su canon esquematizado y los relatos postmodernos sobre y en la ciudades, con sus polifonías semióticas que van desde las descripciones personales sobre un lugar de comidas rápidas -como el texto de Lalo Eduardo, “En el Burger King de la calle San Francisco” (este texto es parte del trabajo literario conocido como: La isla Silente del año 2002. P.181 a la 209)-, o apasionados como los relatos de Lemebel Pedro (2004) – La esquina es mi corazón-, solo por citar algunos ejemplos del giro literario que ha tomado Latinoamérica; son la materialización de una especia de desarraigo de lugares comunes, considerados iconos “obligados” de los relatos literarios; sin caer en lo que Yory Carlos. M (2007 61) clasifica como la transformación de la Topofilia en:“Si la Topofilia alcanza el grado de despertar un sentimiento reverencial, se convierte en topolatría: la adoración por un lugar. Cuando estos lugares suscitan en las personas reacciones de miedo, aversión o repulsión, se genera la topofobia. Pero el sentimiento que más se manifiesta en el hombre moderno es, probablemente, la Toponegligencia, es decir, el descuido, la tendencia a perder el sentido del lugar, el corte con las raíces que unen al hombre con el medio en el que vive”, por el contrario, se convierten en los nuevos productores de idearios acaso postmodernos de lo urbano y por ende en los nacederos de la ciudades escritas ya que se observan en cada producción como emerge “La literatura de y acerca de la ciudad se fundamenta sobre las relaciones entre el sujeto literario y el objeto formado por el espacio urbano y sus habitantes” (Giraldo. Luz. M. 2004. P. xiv). Por ello, la Topofilia del no lugar es la acción de combinar la pertenencia ancestral, cotidiana hacia un territorio, pero en constante subjetividad y critica del mismo, es a veces jugar con los discursos institucionales pero conservando una distancia rebelde con ello, en última instancia la Topofilia del lugar, es la renuncia de la literatura en los discursos homogéneos y su mejor recurso literario es el desarraigo de los mega lugares en este proceso pareciese que la ciudad vuelve una especie de minimalismo literario, dando importancia al espacio como vivencia del sujeto que la escribe, la ama, la odia, la destruye hoy para tener el pretexto de volverla a construir mañana, ya que al ser no lugar la memoria es aparentemente temporal y afirmo aparente, en tanto, de algún modo estos discursos temporales y minimalistas, sufren un proceso de validación y combinación discursiva logrando crear lenguajes, hábitos y valores hasta impactar comportamientos culturales en la urbanidad, en palabras de Jitrik. Noé. (1994. P 50),

“Uno y otros discursos o, mejor dicho, la suma de todos ellos, configura una suerte de espacio superpuesto al lugar urbano, en una relación de aparente congruencia porque es el decir de una ciudad que, para muchos, es la ciudad misma; podríamos permanecer en esa relación pero, por otra parte, del mismo modo que respecto de todo discurso referencial y, con más razón cuando se trata de una enorme masa de referencialidad, desearíamos actuar en otro registro, menos atados o sometidos por la ideología de la referencia o la representación”.

 La suma de lo anterior presupone la materialización del espíritu nacional -por su puesto sin olvidar la producción de significantes de la ruralidad; solo que esta última, ha sido despojada de su capacidad de nombrar; recordemos que en occidente el poder simbólico de nombrar lo ostenta el llamado centro de poder y este es de naturaleza netamente urbano-. Dentro de esta polifonía de voces y escrituras, en la medida en que el poder de nombrar y crear discursos es asimilado por la lógica del poder estatal -en la ciudad de Bogotá, el gobierno local, anterior, estableció una serie de lugares y muros de la misma para que los grafiteros se expresaran, igualmente se destinaron espacios para la práctica actividades propias de las tribus urbanas como rodar en una tabla de cuatro ruedas-, se buscan otros espacios pues la esencia de este tipo de prácticas se sustenta en la libertad para crear nuevas formas de escribir y comunicar la ciudad, otra de las características comunes en los integrantes de las tribus urbanas es su toma de distancia bien delimitada con la política tradicional, por ende, con toda forma de control y poder estatal, hasta que como anotamos anteriormente, el establecimiento estatal asimila sus discursos y nombres al interior del mismo, claro está que el proceso de asimilación no es forma espontánea si no que debe cumplir con ciertas reglas sociales, sobre todo la aceptación natural del hecho expresado por las tribus entre los demás integrantes de la sociedad.

OSCAR ANTONIO RHENALS ESPAÑA 
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CITAS 


[1]En Pineda Botero Álvaro y Williams Raymond L (eds). (1989). De ficciones y realidades. Perspectiva sobre literatura e historia colombiana. BensonJhon. Vuelos reales y mágicos en la obra de GarcíaMárquez. P. 221. Tercer mundo Editores. Universidad de Cartagena. Cartagena-Colombia. 
[2]Lease. Giraldo Luz Mary. (2004). Ciudades escritas. P. xv. printed in Colombia.
[3]Voces de ciudad 1994, de Noé Jitrik. Texto que aborda el tema de la ciudad complejizada y atravesada por múltiples discursos, dispositivos de poder y hasta de verse a sí misma. El autor, busca desde otro discurso relatar la ciudad en un No lugar, para encontrar el lugar.
[4]Léase. Foucault. Michel. (2005). Las palabras y las cosas. P. 42-49. Siglo XXI editores. Buenos Aires. Argentina.
[5] La transferencia y contratransferencia, son fenómenos que ocurren entre un paciente y su psicoanalista en el cual el paciente asimila a su terapeuta o psicólogo como una figura de autoridad ya sea paterna o materna y de forma inconsciente salen a relucir carencias afectivas, miedos, entre otros.
La contratransferencia, es el resultado de la influencia del o los pacientes sobre su psicoanalista. En literatura estos métodos se acoplan muy bien con el concepto de Topofilia en la medida de que, tanto el escritor transfiere sus deseos (positivos y negativos) en la ciudad (espacios), como la ciudad, -no lugares- lo van transformando parcial (disfrazarse) o de manera permanente va transformando al escritor.
[6]Yory. Carlos Mario. (2007 p. 61). Topofilia o la dimensión poética del habitar.  Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá – Colombia. Cita al geógrafo humanista chino-Estado Norteamericano. Yi Fu Tuan
Citando a Tuan, el autor realiza una exégesis de la palabra Topofilia de la siguiente forma. “De esta forma, y desde la perspectiva de Tuan, la relación de afectividad (philos) entre el hombre y el lugar (topos), entendido este como espacio habitado, será planteada por él como condición de posibilidad del habitar mismo”. -pagina 62-.  

Referencias bibliográficas.
Albano Sergio. 2005. Michel Foucault: Glosario de aplicaciones. Quadrata. Buenos Aires. argentina
Bajtín Mijaíl M. 2005. Problemas de la poética de Dostoievski. Trad. Tatiana Bubnova. Fondo de Cultura Económica, MexicoD.F
Benson John. 1989. Vuelos reales y mágicos en la obra de GarcíaMárquez, en Pineda Botero y Williams Raymond L. De ficciones y realidades, perspectivas sobre literatura e historia colombiana. Tercer mundo editores. Cartagena. Colombia.
Bourdieu Pierre. 2001. ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos, Ediciones Akal. Madrid, España
ChamberIan (1994). Migración, cultura, identidad. Amorrortu editores. Buenos Aires. 
Foucault Michel. (2005). Las palabras y las cosas. Siglo XXI, Buenos Aires. Argentina
Giraldo Luz Mary 2000. Ciudades escritas, literatura ciudad en la narrativa colombiana. Printer in Colombia bogotaD,C
Herrera Gómez Diego. Piazzini S Carlos (2006). (Des) territorialidades y (no) lugares, procesos de configuración y transformación social de espacio. La carreta editores E.U.
Jaramillo Morales Alejandra.(2013). Trace ensayos para una arqueología del conocimiento en la literatura latinoamericana del siglo XX. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá
Jitrik Noé. (1994). Voces de ciudad. Revista sYc, n°5. 45-58.Buenos Aires. Argentina.
Romero José Luis. (2013). Bogotá – Buenos Aires, Historia de dos ciudades. Ediciones UNAULA. Medellín, Colombia.
Yory García Carlos Mario (2007). Topofilia o la dimensión poética del habitar. Editorial, Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá 

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