“Yo nací y crecí
en el Caribe. Lo conozco país por país, isla por isla, y tal vez de allí
provenga mi frustración de que nunca se me ha ocurrido nada ni he podido hacer
nada que sea más asombroso que la realidad.
Lo más lejos que
he podido llegar es trasponerla con recursos poéticos, pero no hay una sola
línea en ninguno de mis libros que no tenga su origen en un hecho real”
Gabriel García
Márquez, Algo más sobre literatura y realidad.[1]
De los no lugares a la creación de
los nacederos nacionales.
En
estos lados del trópico, es corriente ver, oír y sentir situaciones tan
marcadamente irreales,pero verdaderamente reales, que al momento de
describirlas o contarlas pareciesen sacadas de nuestra prolija imaginación;
nuestro nobel literario; Gabriel García Márquez “GABO”, lo decía con
frecuencia, todas sus creaciones fueron inspiradas en la realidad o en las
largas narraciones y comportamiento supersticioso de su abuela Tranquilina
Iguarán-perteneciente a la etnia indígena Guaira del norte de Colombia y que
extienden su territorio ancestral hasta el país de Venezuela, interpretan
sueños y sobre todo poseen una conexión permanente con el mundo de los
espíritus a quienes le piden consejos y permisos en su vida cotidiana-, quien
sería inmortalizada en cien años de
soledad como Úrsula Iguarán.
Por
obra y gracia de la narrativa literaria, los lugares al sur de la línea ecuatorial,
más específicamente los lugares del planeta con un clima de solo una temporada
de lluvias e intenso calor, fueron convertidos en “no lugares” en tanto
pertenecen a una realidad mágica llena de colores, sentimientos intersubjetivos
los cuales se mezclan permanentemente y sobre todo, cada día es una
construcción nueva, pero, sin olvidar lo vivido en los anteriores, antes por el
contrario, los hechos históricos se transforman en relatos mágicos que perduran
de generación en generación. Por ello, en la costa caribe colombiana, cualquier
lugar es la ciudad imaginaria de Macondo; una calle de la ciudad con sus casas
afiladas sin líneas de división corporal en donde cada habitante se conoce con
su vecino y establece una especie de línea familiar y por ende filial
imaginaria que ni la muerte es capaz de romper, igualmente se observa a Macondo
en la reunión en las esquinas de los jóvenes para conversar o informarse de los
últimos acontecimientos locales y nacionales. Para Mary Luz Giraldo, esta estos
espacios son “las ciudades literarias que
parodian acontecimientos o situaciones reales o ficticias establecen
perspectiva de contracultura; las que logran radiografías o retratos de la
sociedad trazan o dibujan imágenes de identidad o de identificación, y las que
se nutren más de la imaginación y la fantasía que de la realidad probable,
pertenecen también a los imaginarios culturales y forman parte de esa voz
caleidoscópica de la ciudad tejida por la literatura que denominamos ciudades
escritas”[2].
El Caribe, sería una amalgama de recetas en la cual no sabe a ciencia cierta la
cantidad de realidad e imaginación, en algún momento de la construcción del
relato la receta fue extraviada o jamás la hubo solo se inició a contar
oralmente primero y luego esos relatos orales se dejaron atrapar por la letras
o como afirma “GABO” en nuestro epígrafe, se utilizaron recursos literarios
para describir hechos reales, polifónicos en sí mismos,
los cuales, por la fuerza de la literatura se insertan en el gran relato
ideológico y de identidad nacional, por
ejemplo, cuando se habla de Cartagena de Indias -Colombia- nuestra imagen de
esta ciudad nos lleva de inmediato a sus murallas, ya que es así como se ha
hecho conocer en el mundo; como una ciudad en términos de Jitrik. 1994. 45, “ciudad
museo”. Claroes una mirada desde fuera de ella, pues una mirada etnográfica-participante
de la misma, encontramos todos los tipos de ciudades descritos por Jitrik. 1994,“Se puede hablar, entonces, a lo largo de
muchos decenios, de ciudades aparentes y ocultas, de ciudades museo, de
ciudades industriales, de ciudades éticas, de probables ciudades tecnológicas,
de ciudades como textos, de ciudades como obras de arte”[3].
La Cartagena de los barrios y calles es muy distinta a la que el capital
turístico construye y vende, aquí se encuentran en un espacio los no lugares,
esos espacios de corta duración, pero a la vez impactantes para quienes los
observan y hasta sufren, ellos, materializados en las llamadas fronteras
invisibles controladas por grupos de pandillas de jóvenes y hasta niños que
imparten el terror en la ciudad, son nuevas formas de producción del poder
social, aquí se escriben “las cosas”[4], de acuerdo a los códigos del
poder del otro establecimiento de poder de la modernidad, la ilegalidad y es
que este nuevo poder ha construido un lenguaje propio lleno de violencia física
y simbólica -la ley del más fuerte, aquí el héroe no la persona éticamente
pulcra (al estilo de la ética funcional cristiana u occidental de las buenas
costumbres) por el contrario es un ser que origina su poder y control sobre los
demás en su “fealdad corporal” pero sobre todo en el trato violento y
despiadado hacia los demás; si debe asesinar, abofetear, violar, robar,
consumir hasta el límite sustancias psicoactivas y psicotrópicas es “normal” en
este mundo de no lugar; y sin embargo, estos sujetos adoran la ciudad, su
barrio, su esquina, su dominio, tienen sentimientos de admiración e idolatran a
equipos deportivos, a la selecciones nacionales -principalmente la fútbol-, son
contradicciones o mejor mezclas de eso que afirma Jitrik. (1994 p. 51), “Digo no lugar: el discurso de amar la
ciudad, renunciar a ella, abominar de ella, describirla, evocarla, exaltarla,
hacer su historia, planearla, promover su funcionalidad, advertir su
destrucción, en suma todas las modalizaciones que le confieren dimensión de
relato”. Entonces, tenemos un no
lugar, móvil cuyo principio fundacional es que para escribir en o la cuidad no
existen lugares dotados de mapas a mega escalas, por el contrario, el mapa
entendido como la representación imaginaria del espacio geográfico, que sirve para
localizar o ubicar lugares, literariamente no es posible que ayude a encontrar
un lugar común de la escritura y es que gracias a la polifonía, variedad
temática y hasta gustos narrativos constituyen el gran lienzo sobre el cual se
trabaja en unos lugares en permanente mutación. Aquí, habitar es ser habitado
por los distintos dialectos locales, es caminar sin brújula aparente por los
vericuetos de la ciudad con el fin de entrar en lo que los psicoanalistas
denominan la transferencia y contra transferencia[5]
Topofilia del “no Lugar”, espacios
originarios de los nacederos nacionales.
El
concepto de topofilia que se adoptó es el siguiente, “el concepto de topofilia expresa el conjunto de relaciones afectivas y
de emociones positivas que el ser humano mantiene por un determinado lugar”[6]y
por supuesto la concepción de los no lugares ya citado en Noé Jitrik.
Con
la caída del socialismo real en la otrora unión de repúblicas soviéticas
-URSS-, toma fuerza la tesis del fin de la historia o más exactamente de los grandes
relatos históricos, esos que privilegiaban los grandes valores y héroes
nacionales y llega a la escena intelectual, entre estas la literatura no escapa
a ello en tanto se da un giro hacia los relatos cortos que incluyen un variopinto
de expresiones que antes no eran considerados como dignos del canon glamoroso
de la literatura oficial. No estoy seguro de estar ideológicamente a favor o en
contra del llamado fin de la historia; de lo que si estoy muy seguro es que doy
gracias al giro que ha dado el oficio y la literatura en estos tiempos, me
encanta que se aprecie por igual a los clásicos con su canon esquematizado y
los relatos postmodernos sobre y en la ciudades, con sus polifonías semióticas que
van desde las descripciones personales sobre un lugar de comidas rápidas -como
el texto de Lalo Eduardo, “En el Burger King de la calle San Francisco” (este
texto es parte del trabajo literario conocido como: La isla Silente del año 2002. P.181 a la 209)-, o apasionados como
los relatos de Lemebel Pedro (2004) – La
esquina es mi corazón-, solo por citar algunos ejemplos del giro literario
que ha tomado Latinoamérica; son la materialización de una especia de
desarraigo de lugares comunes, considerados iconos “obligados” de los relatos
literarios; sin caer en lo que Yory Carlos. M (2007 61) clasifica como la
transformación de la Topofilia en:“Si la
Topofilia alcanza el grado de despertar un sentimiento reverencial, se
convierte en topolatría: la adoración por un lugar. Cuando estos lugares suscitan en las
personas reacciones de miedo, aversión o repulsión, se genera la topofobia. Pero
el sentimiento que más se manifiesta en el hombre moderno es, probablemente, la
Toponegligencia, es decir, el descuido, la tendencia a perder el sentido del lugar,
el corte con las raíces que unen al hombre con el medio en el que vive”,
por el contrario, se convierten en los nuevos productores de idearios acaso
postmodernos de lo urbano y por ende en los nacederos de la ciudades escritas
ya que se observan en cada producción como emerge “La literatura de y acerca de la ciudad se fundamenta sobre las
relaciones entre el sujeto literario y el objeto formado por el espacio urbano
y sus habitantes” (Giraldo. Luz. M. 2004. P. xiv). Por ello, la Topofilia
del no lugar es la acción de combinar la pertenencia ancestral, cotidiana hacia
un territorio, pero en constante subjetividad y critica del mismo, es a veces
jugar con los discursos institucionales pero conservando una distancia rebelde
con ello, en última instancia la Topofilia del lugar, es la renuncia de la
literatura en los discursos homogéneos y su mejor recurso literario es el
desarraigo de los mega lugares en este proceso pareciese que la ciudad vuelve
una especie de minimalismo literario, dando importancia al espacio como
vivencia del sujeto que la escribe, la ama, la odia, la destruye hoy para tener
el pretexto de volverla a construir mañana, ya que al ser no lugar la memoria
es aparentemente temporal y afirmo aparente, en tanto, de algún modo estos
discursos temporales y minimalistas, sufren un proceso de validación y
combinación discursiva logrando crear lenguajes, hábitos y valores hasta
impactar comportamientos culturales en la urbanidad, en palabras de Jitrik. Noé.
(1994. P 50),
“Uno y otros discursos o, mejor dicho, la suma de
todos ellos, configura una suerte de espacio superpuesto al lugar urbano, en
una relación de aparente congruencia porque es el decir de una ciudad que, para
muchos, es la ciudad misma; podríamos permanecer en esa relación pero, por otra
parte, del mismo modo que respecto de todo discurso referencial y, con más
razón cuando se trata de una enorme masa de referencialidad, desearíamos actuar
en otro registro, menos atados o sometidos por la ideología de la referencia o
la representación”.
La suma de lo anterior
presupone la materialización del espíritu nacional -por su puesto sin olvidar
la producción de significantes de la ruralidad; solo que esta última, ha sido
despojada de su capacidad de nombrar; recordemos que en occidente el poder
simbólico de nombrar lo ostenta el llamado centro de poder y este es de
naturaleza netamente urbano-. Dentro de esta polifonía de voces y escrituras,
en la medida en que el poder de nombrar y crear discursos es asimilado por la
lógica del poder estatal -en la ciudad de Bogotá, el gobierno local, anterior,
estableció una serie de lugares y muros de la misma para que los grafiteros se
expresaran, igualmente se destinaron espacios para la práctica actividades
propias de las tribus urbanas como rodar en una tabla de cuatro ruedas-, se
buscan otros espacios pues la esencia de este tipo de prácticas se sustenta en
la libertad para crear nuevas formas de escribir y comunicar la ciudad, otra de
las características comunes en los integrantes de las tribus urbanas es su toma
de distancia bien delimitada con la política tradicional, por ende, con toda forma
de control y poder estatal, hasta que como anotamos anteriormente, el
establecimiento estatal asimila sus discursos y nombres al interior del mismo,
claro está que el proceso de asimilación no es forma espontánea si no que debe
cumplir con ciertas reglas sociales, sobre todo la aceptación natural del hecho
expresado por las tribus entre los demás integrantes de la sociedad.
OSCAR ANTONIO RHENALS ESPAÑA
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CITAS
[1]En
Pineda Botero Álvaro y Williams Raymond L (eds). (1989). De ficciones y realidades. Perspectiva sobre literatura e historia
colombiana. BensonJhon. Vuelos reales y mágicos en la obra de GarcíaMárquez.
P. 221. Tercer mundo Editores. Universidad de Cartagena.
Cartagena-Colombia.
[2]Lease.
Giraldo Luz Mary. (2004). Ciudades escritas. P. xv. printed in Colombia.
[3]Voces
de ciudad 1994, de Noé Jitrik. Texto que aborda el tema de la ciudad complejizada
y atravesada por múltiples discursos, dispositivos de poder y hasta de verse a
sí misma. El autor, busca desde otro discurso relatar la ciudad en un No lugar,
para encontrar el lugar.
[4]Léase.
Foucault. Michel. (2005). Las palabras y
las cosas. P. 42-49. Siglo XXI editores. Buenos Aires. Argentina.
[5]
La transferencia y contratransferencia, son fenómenos que ocurren entre un
paciente y su psicoanalista en el cual el paciente asimila a su terapeuta o
psicólogo como una figura de autoridad ya sea paterna o materna y de forma
inconsciente salen a relucir carencias afectivas, miedos, entre otros.
La contratransferencia, es
el resultado de la influencia del o los pacientes sobre su psicoanalista. En
literatura estos métodos se acoplan muy bien con el concepto de Topofilia en la
medida de que, tanto el escritor transfiere sus deseos (positivos y negativos)
en la ciudad (espacios), como la ciudad, -no lugares- lo van transformando
parcial (disfrazarse) o de manera permanente va transformando al escritor.
[6]Yory.
Carlos Mario. (2007 p. 61). Topofilia o
la dimensión poética del habitar.
Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá – Colombia. Cita al geógrafo
humanista chino-Estado Norteamericano. Yi Fu Tuan
Citando a Tuan, el autor
realiza una exégesis de la palabra Topofilia de la siguiente forma. “De esta
forma, y desde la perspectiva de Tuan, la relación de afectividad (philos)
entre el hombre y el lugar (topos), entendido este como espacio habitado, será
planteada por él como condición de posibilidad del habitar mismo”. -pagina
62-.
Referencias
bibliográficas.
Albano
Sergio. 2005. Michel Foucault: Glosario de aplicaciones. Quadrata. Buenos Aires.
argentina
Bajtín
Mijaíl M. 2005. Problemas de la poética de Dostoievski. Trad. Tatiana Bubnova.
Fondo de Cultura Económica, MexicoD.F
Benson
John. 1989. Vuelos reales y mágicos en la obra de GarcíaMárquez, en Pineda
Botero y Williams Raymond L. De ficciones y realidades, perspectivas sobre
literatura e historia colombiana. Tercer mundo editores. Cartagena. Colombia.
Bourdieu
Pierre. 2001. ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos,
Ediciones Akal. Madrid, España
ChamberIan
(1994). Migración, cultura, identidad. Amorrortu editores. Buenos Aires.
Foucault
Michel. (2005). Las palabras y las cosas. Siglo XXI, Buenos Aires. Argentina
Giraldo
Luz Mary 2000. Ciudades escritas, literatura ciudad en la narrativa colombiana.
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Gómez Diego. Piazzini S Carlos (2006). (Des) territorialidades y (no) lugares,
procesos de configuración y transformación social de espacio. La carreta
editores E.U.
Jaramillo
Morales Alejandra.(2013). Trace ensayos para una arqueología del conocimiento
en la literatura latinoamericana del siglo XX. Universidad Nacional de
Colombia. Bogotá
Jitrik
Noé. (1994). Voces de ciudad. Revista sYc, n°5. 45-58.Buenos Aires. Argentina.
Romero
José Luis. (2013). Bogotá – Buenos Aires, Historia de dos ciudades. Ediciones
UNAULA. Medellín, Colombia.
Yory
García Carlos Mario (2007). Topofilia o la dimensión poética del habitar.
Editorial, Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá
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