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sábado, 16 de junio de 2018

Antropología e Indigenismo o Práctica Inter-Social.


ANTROPOLOGÍA E INDIGENISMO O PRÁCTICA INTER-SOCIAL



“No hay nada sin historia. Quien no la tiene, se acabó. Los blancos dicen a los indios: cuénteme un cuento. Y si ellos hablan, los dicen que es cuento. Y sólo queda eso: un cuento. Y allí se acabo la historia. La historia es de todos; cada uno debe hablar su parte; entre todos se da un redondeo.” (Taita. Abelino Dagua, 1993. pp. 9).




Antropología académica y militante, en ello ha estado marcada la relación de esta disciplina humana con las comunidades objeto de estudio, en especial con las comunidades indígenas en el nuestro país.  

En primer lugar, los llamados académicos puros, dedicados a descifrar científicamente los códigos y símbolos culturales, sin inmiscuirse o tomar parte activa en los problemas de la comunidad observada.

Los segundos son denominados como militantes; contrario a los anteriores, estos privilegian las acciones de defensa de los intereses reivindicativos al interior de  las comunidades, dejando – sino del todo- la labor de  producción científica en un  escenario secundario; pero siendo honestos, todas las personas que se dedican a la práctica antropológica; ya sea por medio de publicaciones resultado de los  estudios científicos o tomando parte en interese socio-económicos de los indígenas, contribuyen por igual en la difusión y acompañamiento de estos problemas.

ACADÉMICOS E INDIGENISMO



El antropólogo ha participado de las luchas indígenas. Lo que estas reclaman esta atravesada permanentemente por las visiones antropológicas y apoyadas por la autoridad científica de las publicaciones de antropólogos y antropólogas -al momento de someter las ideas académicas ante la comunidad académica-.  

Los estudios en la Sierra nevada de Santa Marta entre los indios Koquis, ikas y wiwas por Carlos Alberto Uribe, François Correa Rubio, entre otros antropólogos colombianos que se han dedicado, gran parte de su carrera profesional y   académica a las comunidades del macizo Serrano; por ejemplo, en el texto “encrucijadas de Colombia Amerindia” (Correa. 1993, editor) y la colección titulada “geografía humana de Colombia” (Correa. 2002, editor), se consignan los principales problemas de las comunidades indígenas en el país, en un estilo científico; estas producciones académicas, desnudan ante el lector las situaciones sociales, políticas y económicas vividas en los pueblos indígenas de Colombia.

Los indígenas piensan con su “propia cabeza” y en sus cabezas transitan las construcciones académicas de antropólogo y antropólogas a lo largo de la historia común; sobre todo desde los años sesentas; y de esto último somos testigos, cuando observamos recitar pasajes de frases capturadas en texto escrito por algunos científicos sociales. Así, se habla desde los pulpitos insondables de las categorías científicas, que no son fáciles de desvirtuar por los interlocutores que representan a la institucionalidad legal o no.

EL CRIC, AICO, SOLIDARIOS Y COLABORADORES
El primero de estas organizaciones –CRIC-  es el producto de la organización interna de los indígenas en el Cauca, como materialización de un proyecto en pro de la recuperación identitaria, para ello, era necesario la recuperación de territorios, en esta vía se busco apoyo en el movimiento campesino.  El CRIC en sus inicios ocupo la secretaria indígena de la ANUC (asociación nacional de usuarios campesinos) con Trino Morales, Gonzalo Sánchez y Lame; durante esta búsqueda de espacios políticos y lucha por la tierra, encontramos antropólogos y científicos sociales de la talla de Maria Teresa Findji, Víctor Bonilla, Luis Guillermo Vasco, Javier Fayad, Raúl Castro, Tulio Rojas, Noel Montenegro, Álvaro Velasco, Pablo Tattay, Amparo Espinosa -entre muchos mas-. 

Siendo sesgado en la apreciación sobre la primera intervención de antropólogos en  las luchas de los indígenas  en pro de  la recuperación de tierras en el Cauca;  es en la toma de la hacienda las mercedes, entregada a los indígenas por el presidente Belisario Betancourt en 1982, y en cuya gestión de invitación participó   Víctor Bonilla Aprovechando una vieja relación de amistad con el presidente; pero, las relaciones entre el CRIC y los intelectuales sociales –agrupados en una organización no constituida de formalmente ante ninguna institución de control estatal llamada los solidarios-,  entra en  crisis y se rompen definitivamente por diferencias mutuas – las diferencias eran fundamentalmente de carácter ideológico- entonces, los “solidarios”,  ayudan a crear una figura paralela en autoridad al CRIC denominado “movimiento de gobernadores indígenas en marcha” liderado por los resguardos paeces y que mas tarde, por su relación con las autoridades indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta e indígenas de Nariño, se transformaría en AICO –autoridades indígenas de Colombia-, jugando un papel de primacía en la recuperación de tierras y en la configuración de los imaginarios de identidad de los pueblos indígenas, primero en el Cauca y luego en Colombia.

Durante la década de los ochentas, los integrantes del movimiento de autoridades indígenas deciden participar en la elección popular de alcaldes, aconsejados y guiados por los intelectuales solidarios y estos a su vez, eran afectos a las corrientes ideológicas de la izquierda maoísta -o por lo menos Vasco, quien ejercía una fuerte influencia entre los solidarios-; la idea de participar en las elecciones era, la creación de poder popular desde local, no lo lograron, pero se convirtió en un experimento de carácter acumulativo –de experiencias- para los tiempos venideros.

Por esta época llegan al movimiento de los solidarios estudiantes de la universidad del valle como Javier Fayad bajo las toldas de una figura organizativa llanada  “Grupo de solidaridad con los pueblos indígenas”. Son los inicios de las persecuciones contra los movimientos indígenas y populares en general, acusados de ser instrumentos ideológicos de los grupos armados revolucionarios.   En tal sentido, la manera en que los antropólogos  planteaban  su relación con la comunidad, era percibida como una posición de izquierda, más que por una voluntad explicita del antropólogo, producto de las imágenes nacidas de las circunstancias del momento histórico, actitud que les costo igualmente la persecución y estigmatización de peligrosos para el sistema  por los representantes del orden establecido – como por arte de magia, ser antropólogo o científico social se convirtió en un verdadero peligro-; bajo este panorama todos los intelectuales solidarios del Cauca y de todo el país se vieron abocados hacer gala de la prudencia y en muchos casos, la inactividad – volver a sus aulas de clases ya sea como estudiantes o profesores- otros se vieron desamparados en medio de unos actores armados tanto de izquierdas como de derechas que se disputaban el control territorial, así, se cierra el capitulo de los intelectuales solidarios en el cauca. –o por lo menos en lo que pude indagar por medio de lecturas y conversaciones con profesores de la universidad nacional-  

En los mismos años ochentas, un grupo de estudiantes de la facultad de economía en la universidad Nacional de Colombia, crearon una publicación denominada “INDIGESTIÓN” , entre estos estudiantes se encontraba Henry Caballero y aun que la publicación debía ser apolítica, si revelaba una inclinación política hacia la izquierda; pero no siguiendo los postulados dogmáticos del marxismos   tradicional –Ruso y Chino-, por el contrario, probaron ideas y experiencias alternativas. Caballero se integro a las luchas indígenas en el Tolima, como colaborador del CRIT –consejo regional indígena del Tolima- que guardaba semejanzas con el CRIC en tanto compartían colaboradores indígenas y mestizos o blancos.

Los primero pasos de Caballero como colaborador fueron apoyando  proyectos de producción agrícola, como cooperativas entre otras labores, mas tarde llega a ocupar un sitio en la dirección del CRIT, solo que no contaba con poder de voto o decisión, pues estas estaba destinada a los indígenas, para culminar en la organización armada indígena, Quintín Lame.


LA CONSTITUCIÓN DE 1991.

“Al obtener posibilidades para el reconocimiento legal de derechos políticos y culturales indígenas en la constitución de 1991, se amplió también el retos para ellos y sus organizaciones políticas,” (Jimeno. 1993. pp. 7). Como la cita anterior, la constitución de 1991 fue la materialización de posibilitar la confluencia y unificación de una serie de logros previos del movimiento indígena, el reconocimiento de los cabildos como instituciones de autoridad dentro de los resguardos y ante el gobierno central, la educación propia y administrar justicia al interior de sus territorios.

Las propuestas consignadas en el texto final de la carta magna, parte de anhelos históricos del movimiento nacional indígena, pero también fueron moldeados y acompañados por los solidarios, los colaboradores y académicos sociales, quienes estudiaron y apropiaron los símbolos culturales de las comunidades o pueblos indígenas y sucesivamente los lideres indígenas se apoderaron del conocimiento científico de los antropólogos y antropólogas, pero las luchas por la tierra siguen vigentes han vuelto a resurgir por falta de ella como el caso de los pueblos indígenas en el Cauca, la colonización de sus territorios por colonos mestizos o blancos con diferentes intereses, unos buscan un lugar para vivir, otros llegan para dedicarse a cultivos ilícitos, causando graves problemas de orden público y degradación ambiental que para el sostenimiento de las identidades indianas, el territorio es fundamental ya que con ello, se pueden planear y sobre todo desarrollar sus sueños dignamente.

Ante todo este desalentador panorama, los pueblos indígenas siguen manifestándose contra las medidas  contra la identidad y el territorio, “los que fueron nacidos para enterrarlos varia veces por decreto a nombre de la modernización... en oleadas incesantes de resistencias, con sus revueltas y movimientos para persistir cambiando, construyendo discursos que dan pinceladas de modernidades alternativas” (Batalla,  Citado por Cancheiro. 1990. pp. 1).

En fin la antropología habla de las comunidades indígenas como sujetos de estudios, los reconoce como constructores de un proceso político a través del cual se define gran parte del ejercicio identitario antropológico, e igualmente de las comunidades o pueblos indígenas. Claro que sin los aportes de otros científicos sociales, toda la gama de construcción académica y la inserción en las luchas exitosas por las tierras ancestrales de los pueblos indígenas habrían sido mucho más traumáticas de lo que fueron en el pasado y lo que son actualmente –recuperaciones en el cauca, conservación en le macizo serrano y todo el sur del país- .

 

 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

Bonilla Víctor Daniel. (1982). Historia política de los Paeces. Colombia nuestra ediciones.
Bohórquez Canchero.(2005). Movimientos campesinos e indígenas en México: la lucha por la tierra. En observatorio social de América Latina.
Caviedes Mauricio (2000). Antropología y Movimiento indígena. Tesis de grado universidad nacional.   
Correa Rubio Fraçois. (1996). Geografía humana de Colombia, tomos IV. Instituto Colombiano de cultura hispánica.
Findji Maria Teresa. (1993). Tras las huellas de los paeces. En encrucijadas de Colombia Amerindia. Instituto Colombiano de antropología – Colcultura-
Jimeno Santoyo Myrian. (1993). Presentación. En encrucijadas de Colombia Amerindia. Instituto Colombiano de antropología. –Colcultura-.
Uribe T Carlos Alberto. (2002). Aculturación, en Palabras para desarmar. Margarita R Serge y etal, editores. ICANH.
La gran sociedad indígena de la sierra nevada de santa Marta en los contextos regional y nacional, en Encrucijadas de Colombia Amerindia. ICAN (1993)
Vasco U Luis Guillermo. (2002). Entre selva y páramo: viviendo y pensando la lucha india. ICANH.
  

  
Colectivo de estudios sobre territorios, espacios, etnicidad y educación 

         

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