El mundo de las ideas
Tanto Empédocles como Demócrito habían señalado que todos
los fenómenos de la naturaleza fluyen, pero que sin embargo,
tiene que haber “algo” que nunca cambie “las cuatro raíces de
todas las cosas” o “los átomos”. Platón sigue este planteamiento,
pero de una manera muy distinta.
Platón opinaba que todo lo que podemos tocar y sentir en la
naturaleza fluye. Es decir, según él, no existen unas pocas que no
se disuelven. Absolutamente todo lo que pertenece al mundo de
los sentidos está formado por una materia que se desgasta con
el tiempo. Pero, a la vez, todo está hecho con un eterno e
inmutable.
¿Lo entiendes? Ah, ¿no...?
¿Por qué todos los caballos son iguales, Sofía? A lo mejor piensas
que no lo son en absoluto. Pero hay algo que todos los caballos
tienen en común, algo que hace que nunca tengamos problemas
para distinguir un caballo de cualquier otro animal. El caballo
individual «fluye», claro está. Puede ser viejo, cojo, y, con el
tiempo, se pondrá enfermo y morirá. Pero el «molde de caballo»
es eterno e inmutable.
Esto quiere decir que, para Platón, lo eterno y lo inmutable no es
una «materia primaria» física. Lo que es eterno e inmutable son
los modelos espirituales o abstractos, a cuya imagen todo está
moldeado.
Déjame precisar: los presocráticos habían dado una explicación,
mas o menos razonable, de los cambios en la naturaleza, sin
tener que presumir que algo «cambia» de verdad. En medio del
ciclo de la naturaleza, hay algunas partes mínimas que son
eternas e inmutables y que no se disuelven, pensaban ellos ¡Muy
bien, Sofía! Digo muy bien, pero no podían explicar cómo estas
«partes mínimas», que alguna vez habían sido las piezas para
construir un caballo, de pronto pueden juntarse para formar un
«caballo» completamente nuevo, unos tres o cuatrocientos años
más tarde. O formar un elefante, por usar otro ejemplo, o un
cocodrilo. Lo que quiere decir Platón es que los átomos de
Demócrito nunca pueden llegar a convertirse en un «cocofante» o
un «eledrilo». Precisamente, esto fue lo que puso en marcha su
reflexión filosófica.
Si ya estás entendiendo lo que quiero decir, puedes saltarte este
apartado. Para estar seguro, voy a precisar: tienes una serie de
piezas del lego y construyes con ellas un caballo. Luego lo
deshaces y vuelves a meter las piezas en una caja. No puedes
esperar que surja un caballo completamente nuevo con sólo
sacudir la caja que contiene las piezas. ¡Cómo iban a poder las
piezas arreglárselas por su cuenta para volver a convertirse en
caballo! No, eres tú la que tienes que volver a construir el caballo,
Sofía. Y lo logras gracias a una imagen que tienes en tu cabeza
del aspecto del caballo. Es decir: el caballo de lego está moldeado
según un modelo que queda inalterado de caballo en caballo.
¿Solucionaste lo de las cincuenta pastas idénticas? Supongamos
que caes al mundo desde el espacio y que jamás has visto una
pastelería. De repente, te topas con una de aspecto tentador, y
ves, sobre un mostrador, cincuenta pastas idénticas. Supongo
que te habrías roto la cabeza, preguntándote cómo era posible
que fueran todas idénticas. Sin embargo puede ser que alguna de
ellas careciera de algo que tuvieran las demás. Si eran figuras,
puede que a una le faltara un brazo y a otra un trozo de cabeza, y
que una tercera tuviera, a lo mejor, un bulto en la tripa. Tras
pensarlo detenidamente, llegarías, no obstante, a la conclusión
de que todas las pastas tenían un denominador común. Aunque
ninguna fuera totalmente perfecta, se te ocurriría pensar que
deben de tener un origen común. Te darías cuenta de que todas
las pastas están hechas con el mismo molde. Y hay más Sofía,
hay algo más: ahora tendrás un fuerte deseo de ver ese molde.
Esto quiere decir que, para Platón, lo eterno y lo inmutable no es
una «materia primaria» física. Lo que es eterno e inmutable son
los modelos espirituales o abstractos, a cuya imagen todo está
moldeado. Esto quiere decir que, para Platón, lo eterno y lo
inmutable no es una «materia primaria» física. Lo que es eterno e
inmutable son los modelos espirituales o abstractos, a cuya
imagen todo está moldeado.
Si lograste solucionar este problema por tu cuenta, entonces
solucionaste un problema filosófico exactamente de la misma
manera que Platón. Como la mayoría de los filósofos, él «aterrizó
desde el espacio». (Se sentó en el último extremo de uno de los
finos pelos de la piel del conejo.) Le extrañó cómo todos los
fenómenos de la naturaleza podían ser tan iguales entre ellos, y
llegó a la conclusión de que debía de haber un reducido número
de moldes que se encuentran «detrás de» todo lo que vemos a
nuestro alrededor. A estos moldes Platón los llamó Ideas. A estos
moldes Platón los llamó Ideas. Detrás de todos los caballos,
cerdos y seres humanos, se encuentra la «idea de caballo», la
«idea de cerdo» y la «idea de ser humano». (De la misma manera
que el pastelero antes mencionado puede tener pastas con forma
de hombres, de cerdos y de caballos; pues un buen pastelero
tendrá más de un molde. No obstante, basta con un solo molde
para cada clase de pastas.)
Conclusión: Platón pensaba que tenía que haber una realidad
detrás «del mundo de los sentidos», y a esta realidad la llamó el
mundo de las Ideas. Aquí se encuentran las eternas e inmutables
«imágenes modelo», detrás de los distintos fenómenos con los
que nos topamos en la naturaleza. A este espectacular concepto
lo llamamos la teoría de las Ideas de Platón.
El conocimiento seguro
Hasta aquí me habrás seguido, querida Sofía. Pero a lo mejor te
preguntas si Platón pensaba así de verdad. ¿Pensaba
verdaderamente que tales moldes existen en una realidad
completamente diferente?
No lo opinó tan literalmente durante toda su vida, pero, al menos
en algunos de sus diálogos hay que entenderlo así. Intentaremos
seguir su argumentación.
Como ya he dicho, el filósofo intenta captar algo que sea eterno e
inmutable. No resultaría muy útil escribir una tesis filosófica
sobre, digamos, la existencia de una determinada pompa de
jabón. En primer lugar, no habría tiempo para estudiarla bien
antes de que desapareciera de pronto, y, en segundo lugar, seria
difícil vender una tesis filosófica sobre algo que nadie ha visto, y
que, además, sólo ha existido durante cinco segundos.
Platón pensaba que todo lo que vemos a nuestro alrededor en la
naturaleza, es decir, todo lo que podemos sentir y tocar, puede
compararse con una pompa de jabón. Porque nada de lo que
existe en el mundo de los sentidos permanece. Evidentemente,
sabes que todos los seres humanos y todos los animales se
disuelven y mueren, antes o después. Pero incluso un bloque de
mármol se altera y se desintegra lentamente. (¡La Acrópolis está
en ruinas, Sofía! Escandaloso, digo yo, pero ésa es la realidad.) Lo
que dice Platón es que no podemos saber nada con seguridad
sobre algo que cambia constantemente. Sobre lo que pertenece al
mundo de los sentidos, es decir, lo que podemos sentir y tocar,
sólo podemos tener ideas o hipótesis poco seguras. Sólo
podemos tener conocimientos seguros de aquello que vemos con
la razón.
De acuerdo, Sofía, me explicaré mejor. Una sola pasta con figura
de hombre puede resultar tan imperfecta, después de todos los
procesos de elaboración, que resulte difícil ver lo que pretende
ser. Pero después de haber visto veinte o treinta pastas de ese
tipo, que pueden ser más o menos perfectas, sabré con mucha
certeza como es el molde, incluso aunque nunca lo haya visto. Ni
siquiera es seguro que conviniera ver el propio molde con los
ojos, pues no podemos fiarnos siempre de nuestros sentidos. La
propia facultad visual puede variar de una persona a otra. Sin
embargo, podemos fiarnos de lo que nos dice la razón, porque la
razón es la misma para todas las personas.
Si te encuentras en un aula del colegio en compañía de otros
treinta alumnos, y el profesor pregunta cuál es el color más
bonito del arco iris, seguramente obtendrá muchas respuestas
diferentes. Pero si os pregunta cuánto es 8 por 3, entonces la
clase entera debe llegar al mismo resultado, pues, en este caso,
se trata de un juicio emitido por la razón, y, de alguna manera, la
razón es lo contrario de las opiniones y los pareceres. Podríamos
decir que la razón es eterna y universal precisamente porque
sólo se pronuncia sobre asuntos eternos y universales.
A Platón le interesaban mucho las matemáticas, porque las
relaciones matemáticas jamás cambian. Por lo tanto, es algo
sobre lo que tenemos que tener conocimientos ciertos. Veamos
un ejemplo: imagínate que te encuentras en la naturaleza con
una piña completamente redonda. A lo mejor dices que te
«parece» redonda, mientras que tu amiga Jorunn dice que está
un poco aplastada por un extremo. (¡Y empezáis a pelearos!) Pero
no podéis tener conocimientos seguros sobre algo que veis con
los ojos. Por otra parte, podéis estar totalmente seguras de que
la suma angular de un círculo es 360º. En este caso, os
pronunciáis sobre un círculo ideal, que a lo mejor no se
encuentra en la naturaleza, pero que, en cambio, es fácil de
visualizar en la cabeza. (Estáis diciendo algo sobre el molde de
las pastas, y no sobre una pasta cualquiera de la mesa de la
cocina.)
Hagamos un breve resumen: sólo podemos tener ideas vagas
sobre lo que sentimos, pero sí podemos conseguir conocimientos
ciertos sobre aquello que reconocemos con la razón. La suma de
los ángulos de un triángulo es 180º siempre. De la misma
manera, la “idea” de caballo tendrá cuatro patas, aunque todos
los caballos del mundo de los sentidos se volviesen cojos.
Un alma inmortal
Acabamos de ver que Platón pensaba que la realidad está
dividida en dos.
Una parte esel mundo de los sentidos , sobre el que sólo
podemos conseguir conocimientos imperfectos utilizando
nuestros cinco sentidos (aproximados e imperfectos). De todo lo
que hay en el mundo de los sentidos, podemos decir que «todo
fluye» y que nada permanece. No hay nada que sea en el mundo
de los sentidos, solamente se trata de un montón de cosas que
surgen y perecen.
La otra parte esel mundo de las Ideas , sobre el cual podemos
conseguir conocimientos ciertos, mediante la utilización de la
razón. Por consiguiente, este mundo de las Ideas no puede
reconocerse mediante los sentidos. Es el Mundo de lo que “es”.
Por otra parte, las Ideas son eternas e inmutables.
Según Platón, el ser humano también esta dividido en dos partes.
Tenemos un cuerpo que «fluye», y que, por lo tanto, está
indisolublemente ligado al mundo de los sentidos, y acaba de la
misma manera que todas las demás cosas pertenecientes al
mundo de los sentidos (como por ejemplo una pompa de jabón).
Todos nuestros sentidos están ligados a nuestro cuerpo y son,
por tanto, de poco fiar. Pero también tenemos un alma inmortal,
la morada de la razón. Precisamente porque el alma no es
material puede ver el mundo de las Ideas. Las Ideas son eternas
e inmutables.
Ya he dicho casi todo. Pero hay algo más, Sofía. ¡Te digo que HAY
ALGO MÁS!
Platón pensaba, además, que el alma ya existía antes de meterse
en un cuerpo. Érase una vez cuando el alma se encontraba en el
mundo de las Ideas. (Estaba en la parte de arriba del armario,
junto con todos los moldes para las pastas.) Pero en el momento
en que el alma se despierta dentro de un cuerpo humano, se ha
olvidado ya de las Ideas perfectas. Entonces, algo comienza a
suceder, se inicia un proceso maravilloso. Conforme el ser
humano va sintiendo las formas en la naturaleza, va teniendo un
vago recuerdo en su alma. El ser humano ve un caballo, un
caballo imperfecto, pero eso es suficiente para despertar en el
alma un vago recuerdo del «caballo» perfecto que el alma vio en
el mundo de las Ideas. Con esto, se despierta también una
añoranza de regresar a la verdadera morada del alma. A esa
añoranza Platón la llama eros, que significa «amor». Es decir, el
alma siente una «añoranza amorosa» por su verdadero origen. A
partir de ahora, se vive el cuerpo y todo lo sensible como algo
imperfecto e insignificante. Sobre las alas del amor volará el
alma «a casa», al mundo de las Ideas, donde será librada de la
«cárcel del cuerpo».
Me apresuro a recalcar que lo que Platón describe aquí es un
ciclo humano ideal, pues no todos los seres humanos dan rienda
suelta al alma y permiten que inicie el viaje de retorno al mundo
de las Ideas. La mayoría de las personas se aferra a los “reflejos”
de las Ideas en el mundo de los sentidos. Ven un caballo y otro
caballo, pero no ven aquello de lo que todos los caballos son
solamente malas copias. (Entran corriendo en la cocina y se
lanzan sobre todas las pastas, sin preguntarse siquiera de dónde
proceden esas pastas.) Lo que describe Platón es el «camino de
los filósofos». Su filosofía puede entenderse como una
descripción de la actividad filosófica.
Cuando ves una sombra, Sofía, también tú pensarás que tiene
que haber algo que la origina. Ves la sombra de un animal.
Quizás sea un caballo, piensas, sin estar del todo segura. Luego
te giras y ves el verdadero caballo, que es infinitamente más
hermoso y su silueta mucho más nítida que la inestable “sombra
del caballo”. PLATÓN OPINABA QUE, DE LA MISMA MANERA,
TODOS LOS FENÓMENOS DE LA NATURALEZA SON SOLAMENTE
SOMBRAS DE LOS MOLDES O IDEAS ETERNAS. No obstante, la
gran mayoría de los seres humanos está satisfecha con su vida
entre las sombras. No piensan en que tiene que haber algo que
origina las sombras. Creen que las sombras son todo, no viven
las sombras como sombras. Con ello, también se olvidan de la
inmortalidad de su propia alma.
El camino que sube de la oscuridad de la
caverna
Platón cuenta una parábola que ilustra precisamente lo que
acabamos de describir. La solemos llamar el mito de la caverna
La contaré con mis propias palabras.
Imagínate a unas personas que habitan una caverna subterránea.
Están sentadas de espaldas a la entrada, atadas de pies y manos,
de modo que sólo pueden mirar hacia la pared de la caverna.
Detrás de ellas, hay un muro alto, y por detrás del muro caminan
unos seres que se asemejan a las personas. Levantan diversas
figuras por encima del borde del muro. Detrás de estas figuras,
arde una hoguera, por lo que se dibujan sombras flameantes
contra la pared de la caverna. Lo único que pueden ver esos
moradores de la caverna es, por tanto, ese «teatro de sombras».
Han estado sentados en la misma postura desde que nacieron, y
creen por ello, que las sombras son lo único que existe.
Imagínate ahora que uno de los habitantes de la caverna empieza
a preguntarse de dónde vienen todas esas sombras de la pared
dc la caverna y, al final, consigue soltarse. ¿Qué crees que sucede
cuando se vuelve hacia las figuras que son sostenidas por detrás
del muro? Evidentemente, lo primero que ocurrirá es que la
fuerte luz le cegará. También le cegarán las figuras nítidas, ya
que, hasta ese momento, sólo había visto las sombras de las
mismas. Si consiguiera atravesar el muro y el fuego, y salir a la
naturaleza, fuera de la caverna, la luz le cegaría aún más. Pero
después de haberse restregado los ojos, se habría dado cuenta
de la belleza de todo. Por primera vez, vería colores y siluetas
nítidas. Vería verdaderos animales y flores, de los que las figuras
de la caverna sólo eran malas copias. Pero, también entonces se
preguntaría a sí mismo de dónde vienen todos los animales y las
flores. Entonces vería el sol en el cielo, y comprendería que es el
sol el que da vida a todas las flores y animales de la naturaleza,
de la misma manera que podía ver las sombras en la caverna
gracias a la hoguera.
Ahora, el feliz morador de la caverna podría haberse ido
corriendo a la naturaleza, celebrando su libertad recién
conquistada. Pero se acuerda de los que quedan abajo en la
caverna. Por eso vuelve a bajar. De nuevo abajo, intenta
convencer a los demás moradores de la caverna de que las
imágenes de la pared son sólo copias centelleantes de las cosas
reales. Pero nadie le cree. Señalan a la pared de la caverna
diciendo que lo que allí ven es todo lo que hay. Al final lo matan.
Lo que Platón describe en el mito de la caverna es el camino que
recorre el filósofo desde los conceptos vagos hasta las
verdaderas ideas que se encuentran tras los fenómenos de la
naturaleza. Seguramente también piensa en Sócrates, a quien
mataron los «moradores de la caverna» porque hurgaba en sus
ideas habituales, queriendo enseñarles el camino hacia la
verdadera sabiduría. De ese modo, el mito de la caverna se
convierte en una imagen del valor y de la responsabilidad
pedagógica del filósofo.
Lo que quiere señalar Platón es que la relación entre la oscuridad
de la caverna y la naturaleza del exterior corresponde a la
relación entre los moldes de la naturaleza y el mundo de las
Ideas. No quiere decir que la naturaleza sea triste y oscura, sino
que es triste y oscura comparada con la claridad de las Ideas.
Una foto de una muchacha hermosa no tiene por qué resultar
oscura y triste, más bien al contrario, pero sigue siendo sólo una
imagen.
El Estado filosófico
El mito de la caverna de Platón lo encontramos en el diálogo La
República, en el que Platón nos proporciona una imagen del
«Estado ideal». Es decir, un Estado modelo imaginario, o, lo que
se suele llamar, un Estado «utópico». Brevemente, podemos decir
que Platón piensa que el Estado debe ser gobernado por los
filósofos. Al explicar el por qué, toma como punto de partida la
composición del ser humano.
Según Platón, el cuerpo humano está dividido en tres partes:
cabeza, pecho y vientre. A cada una de estas partes le
corresponde una habilidad del alma. A la cabeza pertenece la
razón, al pecho la voluntad, y al vientre, el deseo. Pertenece,
además, a cada una de las tres habilidades del alma un ideal o
una «virtud». La razón debe aspirar a la sabiduría, la voluntad
debe mostrar valor, y al deseo hay que frenarlo para que el ser
humano muestre moderación. Cuando las tres partes del ser
humano funcionan a la vez como un conjunto completo,
obtenemos un ser humano armonioso u honrado. En la escuela,
lo primero que tiene que aprender el niño es a frenar el deseo,
luego hay que desarrollar el valor, y finalmente, la razón
obtendrá sabiduría.
Platón se imagina un Estado construido exactamente de la misma
manera que un ser humano. Igual que el cuerpo tiene cabeza,
pecho y vientre, el Estado tiene gobernantes, soldados y
productores (granjeros, por ejemplo). Es evidente que Platón
emplea la ciencia médica griega como ideal. De la misma manera
que una persona sana y armoniosa muestra equilibrio y
moderación, un Estado «justo» se caracteriza por que cada uno
conoce su lugar en el conjunto.
Como el resto de la filosofía de Platón, también su filosofía del
Estado se caracteriza por su racionalismo. Es decisivo para crear
un buen Estado que sea gobernado por la razón. De la misma
manera que la cabeza dirige el cuerpo, tiene que haber filósofos
que dirijan la sociedad.
Intentemos una sencilla exposición de la relación entre las tres
partes del ser humano y del Estado:
El Estado ideal de Platón puede recordar al antiguo sistema
hindú de las castas, en el que cada uno tiene su función
determinada para el bien del conjunto. Desde los tiempos de
Platón, y desde más antiguo aún, el sistema hindú de castas ha
tenido la misma división en tres: la clase dominante (o la clase de
los sacerdotes), la casta de los guerreros y la de los productores.
Hoy en día, es probable que llamáramos al Estado de Platón
Estado Totalitario. Pero merece la pena señalar que él opinaba
que las mujeres podían ser gobernantes del Estado, igual que los
hombres, precisamente porque los gobernantes gobernarían el
Estado en virtud de su razón. El pensaba que las mujeres tienen
exactamente la misma capacidad para razonar que los hombres,
si reciben la misma enseñanza y son liberadas de cuidar a los
niños y de las tareas domésticas. Platón quería suprimir la
familia y la propiedad privada para los gobernantes y soldados
del Estado. Y la educación de los niños era algo tan importante
que no podía ser confiada a cualquiera. Tendría que ser
responsabilidad del Estado educar a los niños. (Fue el primer
filósofo que habló en favor de un sistema público de guarde- rías
y colegios.)
Tras haber vivido unas grandes desilusiones políticas, Platón
escribió el diálogo Las leyes, en el que describe «el Estado legal»
como el segundo mejor Estado. Ahora se muestra partidario de la
propiedad privada y las ataduras familiares. De esa manera, se
reduce la libertad de la mujer. Pero dice que un Estado que no
educa ni entrena a sus mujeres es como un ser humano que sólo
hace ejercicio con el brazo derecho.
Por regla general, podemos decir que Platón tenía una visión
positiva de las mujeres, al menos si tenemos en cuenta la época
en la que vivió. En el diálogo El banquete, es una mujer, Diótima,
la que proporciona conocimientos filosóficos.
Ése fue Platón, Sofía. Durante más de dos mil años, la gente ha
discutido y criticado su extraña teoría de las Ideas. El primero fue
su propio alumno en la Academia. Su nombre era Aristóteles, el
tercer gran filósofo de Atenas. ¡No digo nada más!
Mientras Sofía había permanecido sentada en un tocón leyendo
sobre Platón, el sol se había levantado por el este, tras las colinas
cubiertas de árboles La esfera solar se había asomado por el
horizonte, precisamente cuando estaba leyendo que Sócrates subía
de la caverna y que se le arrugaba la frente por la intensa luz, al
aire libre.
Sofía casi tenía la sensación de haber ascendido, ella misma, de
una gruta subterránea. Al menos, le pareció ver la naturaleza de un
modo totalmente nuevo, tras haber leído sobre Platón. Se sentía
como si hubiera sido daltónica. Había visto sombras, pero no las
ideas claras.
No estaba muy segura de que Platón tuviera razón en todo lo que
había dicho sobre las eternas imágenes modelo, pero le parecía un
pensamiento muy hermoso el que todo lo vivo fuera una copia
imperfecta de los moldes eternos del mundo de las Ideas. Porque
¿no era cierto que todas las flores y árboles, seres humanos y
animales eran imperfectos?
Todo lo que veía a su alrededor era tan bonito y estaba tan vivo que
tuvo que restregarse los ojos. Pero nada de lo que veía
permanecería. Y, sin embargo, dentro de cien años estarían aquí de
nuevo las mismas flores y animales. Aunque cada flor y cada
animal fueran en cierto modo borrados y olvidados, alguien se
“acordaría” de qué aspecto tenía todo.
Sofía miró fijamente la obra de la creación. De repente, una ardilla
saltó sobre el tronco de un pino. Dio un par de vueltas, antes de
desaparecer entre las ramas.
¡A ti te he visto antes!, pensó Sofía. Naturalmente sabía que no era
la misma ardilla que había visto en la otra ocasión, pero si el
mismo “molde”. A lo mejor Platón tenía razón en que ella había
visto una vez la “ardilla eterna” en el mundo de las Ideas, antes de
que su alma se fuese a morar a un cuerpo.
¿Podría ser que hubiera vivido antes? ¿Había existido su alma
antes de tener que llevar un cuerpo a rastras? ¿Sería verdad que
llevaba dentro un lingote de oro, una joya por la que no pasaba el
tiempo, es decir, un alma que le seguiría viviendo cuando su
cuerpo un día envejeciera y muriera?